

La tierra de Argagni
Una variada producción de cerámica cotidiana revive la memoria de la civilización campesina de tiempos pasados
¿Dónde está?

Cerámicas que reviven imágenes del pasado
Pueblo de tradición artesana, era Sant'Andrea, con una particular reputación por la producción de objetos de terracota, englobados genéricamente bajo el término argagni. Una producción destinada al mercado local, objetos relacionados con el ámbito doméstico, principalmente cocina y despensa, con un repertorio de formas que iba desde vasos hasta huchas. Las piezas que salían del torno alfarero eran engobadas, es decir, recubiertas por inmersión con una capa muy fina de arcilla blanca que inmediatamente después podía ser esgrafiada con decoraciones sencillas, o coloreada con una sobria gama de figuración y colores.
Un sorprendente repertorio de formas y nombres
La colección era característica, desde bonitas jarras de vino con asas curvas y bordes trilobulados hasta piñatas para cocinar legumbres tratadas para resistir las variaciones de temperatura. La nomenclatura también es interesante. Por ejemplo: la lancedda, jarra para el agua con cuello cilíndrico ancho y asas anchas; el piriattu, jarra para el vino con asas pequeñas y pico central corto; los salaturi, tarros cilíndricos para conservas con cuatro asas bajo el borde; la limba, bandeja honda utilizada para recoger la sangre durante la matanza del cerdo para hacer morcillas.
Cuando aún no habían llegado los frigoríficos...
El término vozza, por su parte, indica el típico frasco de agua. La falta deliberada de una cubierta impermeable hace que el líquido rezume lentamente a través de la delgada pared de terracota, sustrayendo calor del recipiente por evaporación con un efecto refrigerante tanto más pronunciado cuanto más caliente y seco sea el aire. Lo cierto es que los campesinos para llevar agua a beber al campo preferían mucho más este frasco que una botella de cristal.
¿Mal de ojo? Pon un monstruito en el tejado
La colección de cerámica de Andriola también incluye un artefacto supersticioso, una especie de muñeco torpe con aspecto de grifo o monstruoso, conocido como gau, que se colocaba en los puntos más altos de las casas con una función apotropaica, es decir, para contrarrestar una influencia mágica maléfica. Cerámicas de vivos colores y gran interés etnográfico, evocadoras de un pasado ya lejano, como las supersticiones que justificaban su existencia.