Pazzano: la fiesta del Santo Salvador y la Cunfrunta

Acto II - La salida

Delante de la iglesia de Santa Maria Assunta in Cielo y a lo largo de la calle, todo el pueblo espera; la banda está en la calle, todavía en orden aleatorio. Cuando el sacerdote con vestiduras blancas y el alcalde con la tricolor aparecen en la puerta de la iglesia , inmediatamente se forma la procesión y marcha hacia la Capilla Nueva. Allí se encuentra la estatua del Santísimo Salvador, traída la noche anterior en un gran ritual colectivo. Todos se reúnen en torno a la capilla: niños, mujeres, ancianos.... Entre aplausos y oraciones, la estatua es elevada y cargada sobre los hombros de 12 portadores con dos "timoneles". La música de la banda es triunfal y festiva. La procesión comienza cuesta arriba. Vista desde abajo, la mano de bendición de la estatua parece acariciar la montaña. Los portadores se turnan de vez en cuando, pero el Salvador nunca toca el suelo, nunca vacila. "Tira Tira": una doble cadena de hombres y mujeres cogidos de la mano ayuda a tirar cuando la subida se hace más dura. Se quedan sin aliento, pero se murmuran algunas oraciones. La banda, impertérrita, sigue tocando.

La procesión asciende hacia la Cona

Acto III: hacia la Cona

Fuera del pueblo, en lo alto de la ladera, la larga procesión se detiene ante la Cona, un santuario sagrado de tres arcos adosado a la pared de la montaña. Los aplausos son para el Santísimo Sacramento, pero también para los portadores. Rezan juntos, guiados por el párroco. La gente recupera el aliento, bebe un vaso de moscatel, charla, canta himnos sagrados. El celebrante entona las letanías en latín y todos responden "Ora pro nobis". Todo un pueblo unido en torno a un rito ancestral: desde las familias que viven tenazmente aquí hasta las que regresan incluso desde ultramar para reencontrar sus raíces.

Acto IV: hacia el pueblo

Un "¡Evviva u' Sarvaturi!" marca el final de la oración colectiva. ¡Oh-issa! Los hombres levantan la estatua con firmeza, la banda vuelve a tocar y la procesión se pone en marcha. A medida que las sombras se acortan, regresan a Pazzano, donde los que no han participado en la procesión esperan al borde de la carretera y hacen alas. Todo el pueblo está decorado festivamente. El dibujo geométrico del pórfido de la calle recuerda a una alfombra de honor. Al principio de la calle, el Santo Salvador se detiene, con la mirada vuelta hacia la iglesia.

La Cunfrunta se prepara

Acto V: la Cunfrunta

De la iglesia de Santa Maria Assunta in Cielo, salen la Virgen y San José, entre gritos de aplauso. Una silla de manos más ligera, la suya. Aquí en Pazzano -a diferencia de otras ciudades- la Cunfrunta evoca el episodio del Hallazgo de Jesús en el Templo (Evangelio de Lucas 2, 41-50), la ansiedad de los padres que lo buscan en vano, y luego la alegría del encuentro.

Codo con codo, la Virgen y San José se ponen en marcha. La policía de tráfico se abre paso. La espera crece, el bullicio aumenta. El rito está a punto de celebrarse. Ya están aquí. En la carretera, ahora despejada, Jesús corre hacia ellos. En el mismo instante, Nuestra Señora y San José corren hacia Él.

Voto a la santa

El rito se completa en unos instantes. La Sagrada Familia se reúne en el centro entre aplausos y petardos. San José gira en torno a Jesús y se coloca a su lado; la Virgen, con un atrevido giro, le flanquea por el otro lado. La Familia está reunida. La calle es un río de gente jubilosa. Hay aplausos para la Cunfrunta, hay orgullo de los que han corrido y trabajado, hay emoción de los que vuelven aquí cada año, incluso desde lejos, precisamente para sentir la fuerza inmutable que supera terremotos y pobreza: la de la fe, la de la identidad, la de la comunidad.

Acto VI: la bendición de los niños

El último tramo se recorre muy despacio, entre música y repique de campanas, con la gente agolpada extendiendo una mano para tocar las estatuas o lanzar un beso. La calle es estrecha. Desde un balcón, un hombre corpulento con un vigoroso bigote blanco coge a un niño en brazos y lo acerca a la mano del Salvador, sin prestar atención al vacío. Luego otro niño, todavía en pañales, y luego otro. Todos los niños del pueblo son levantados y acercados al Salvador entre aplausos. Y el Salvador les espera, a hombros de los portadores. El sol alto y brillante parece la bendición de Dios.

Último acto: en la iglesia

Las campanas siguen repicando. La Sagrada Familia se reúne y reanuda su marcha. Las puertas de la iglesia se abren de par en par para recibir a la Virgen, luego al Salvador y, por último, a San José. Hay gente por todas partes. El último aplauso es para el Salvador que, tendido bajo un palio rojo y dorado, saluda con la mano bendiciendo a todo un pueblo que lo celebra.