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Maravilla  }  Obras de arte

El niño secuestrado

Un secuestro audaz, un regreso inesperado y un misterio sin resolver

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¿Dónde está?

Marche

Via Puccinotti, 29, 61029 Urbino PU, Italia (0m s.l.m.)

Cómo llegar
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Qué es y dónde está

¿Quién era el niño secuestrado en Urbino en 1982? ¿Dónde se lo llevaron? ¿Dónde ha permanecido tantos años en secreto? Algunas preguntas tienen respuesta inmediata. Se llamaba Antonio. Su presencia era tan discreta, tan muda, tan evidente, que en la mañana de aquel 16 de marzo, cuando fue secuestrado, nadie se dio cuenta. Pero cuando la distracción debida a la costumbre se echó hacia atrás, saltó la alarma. Antonio ya no estaba allí. A la consternación siguieron las denuncias, los informes, las búsquedas, el clamor de los periódicos, la pena. Y luego, lentamente, la resignación.

Por qué es especial

Nuestro punto de partida y de llegada es el Duomo de Urbino, la catedral dedicada a Santa María Assunta. En su interior hay obras de gran valor, pero sobre todo una ha tenido siempre un encanto especial. Entrando, a la derecha, se encuentra el gran cuadro de San Sebastián de Federico Barocci, una obra admirada por su sublime factura: los matices de los colores son la firma inconfundible del pintor de Urbino, mientras que el movimiento de las figuras representadas en él confiere dinamismo y fuerza a la obra. Y luego está él: abajo, a la izquierda, un niño que le observa y supervisa.

Para no perderse

Cuando pintó El martirio de San Sebastián, Federico Barocci tenía 24 años. Estamos a mediados del siglo XVI. La obra se desarrolla con gran riqueza de figuras humanas, cada personaje del lienzo contribuye a dar movimiento a la escena. Todos menos uno: el joven del fondo, a la izquierda. Es Antonio Bonaventura, uno de los hijos del comisario. Serio, su mirada se dirige a quienes, desde fuera, admiran la obra maestra. Es como si les invitara a mirar el cuadro, pero al mismo tiempo les mantuviera a distancia. Alguien se había enamorado de él y decidió secuestrarlo.

Un poco de historia

Volvamos a aquella mañana del 16 de marzo de 1982. La primera misa en la catedral tiene lugar a las siete. Pocas personas presentes, en su mayoría ancianos. Un poco de penumbra, un poco de sopor para empezar el día. La primavera está en camino. Nadie repara en una sombra que se mueve velozmente, por encargo. Todo está estudiado hasta el más mínimo detalle: cuatro movimientos precisos, quirúrgicos, dejan un hueco en el lienzo: 40 cm X 40 cm. Un trabajo profesional. Lupin y Fujiko se estremecerían. El secuestro está consumado. Después de siglos, su mirada pasa de enigmática a incrédula, Antonio abandona Urbino.

Curiosidad

En 1982 Giancarlo Ciaroni es un joven anticuario. El sensacional robo de Urbino le intriga y parte en busca de Antonio. Entre casas de subastas, ventas, colecciones privadas y exposiciones en el mercado, ese fragmento de Barocci puede salir a la luz de repente. En 2017, el punto de inflexión: quizá la mirada del niño se hace insoportable día tras día, y quien lo posee no soporta la culpa y decide deshacerse de él. El retrato aparece en el catálogo de una casa de subastas de Génova. El valor de salida es engañoso: 500 euros. Ciaroni no lo echa en falta y lo denuncia a las autoridades: Antonio puede irse a casa.

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Hoy, tras su restauración, el cuadro de Barocci ha vuelto más bello que nunca. Ocupa su lugar de honor en la catedral. Los responsables del robo nunca han sido identificados. Antonio, con su mirada inquisitiva, le espera. Y si pudiera hablar...

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