Cascada de Marmarico

Del Serre al mar Jónico, las maravillas del río Stilo

El Stilaro es un curso de agua de doble naturaleza. En lo alto, en el corazón del Serre, tiene un carácter torrencial. Aguas blancas que bajan tumultuosas, rebotando entre los peñascos de granito que abarrotan los valles de sus afluentes y también el cauce principal, salpicado de pozas de agua cristalina. Y una vegetación arbórea de hayas, robles y castaños sirve de digno telón de fondo. Sin embargo, en el tramo inferior, aguas abajo de Stilo, la antigua ciudad que le da nombre, el torrente, convertido en río, cambia de fisonomía y se ensancha en el cauce pedregoso típico del Fiumare meridional, acompañado hasta el mar por matorrales mediterráneos y floraciones de adelfas.

Marmarico, la cascada más espectacular de las Serre Calabresi

En la parte más alta de la cuenca hay dos ramales que se abren paso entre los bosques de la cresta, confluyendo en el valle del Stilaro: por el este, el desfiladero de Ruggiero, el más impermeable y lleno de cascadas, algunas de más de treinta metros de altura; por el oeste, el desfiladero de Folea, que bordea el antiguo complejo siderúrgico de Ferdinandea y forma después la espectacular cascada de Marmarico; su etimología es incierta, quizá del latín marmoreus, que significa brillante como el mármol; 140 metros de desnivel, canalizados a través de las rocas hasta la piscina natural que recoge las aguas. Es la cascada más alta no sólo de las Serre sino de todo el sur de los Apeninos, destino de excursionistas que afrontan de buen grado una larga subida ante la perspectiva de un baño a 600 metros de altitud.

Un helecho gigante que emerge del Cenozoico

La flora de las Serre Calabresi presenta varias especificidades, entre ellas una rara especie de helecho que ha sobrevivido a los cambios climáticos a lo largo de los siglos en sus frescos valles. Se trata de la Woodwardia radicans, que no sólo cuenta con 65 millones de años a sus espaldas, sino que además tiene la espectacular característica de desarrollar hojas de hasta tres metros de largo. Para prosperar, requiere una humedad elevada, poca luz directa y temperaturas de entre 10 y 25 °C. Condiciones que se dan precisamente en los bosques perennifolios de encinas y laurisilva del valle de Stilaro.