Descenso por el Po - Día 4

De hecho, la parada también tiene un motivo cultural, la diminuta pero bien equipada fortaleza de Stellata que guarda una antigua frontera

Pasamos por la Isola Bianca, documentada desde el siglo XVI y convertida hoy en un oasis natural. Como símbolo, el pico picapinos: avistado en libertad. Cruzamos también el puente de la autopista Padua-Bolonia que anuncia Pontelagoscuro. Nuestros pensamientos se dirigen a la cercana Ferrara, bañada por el brazo más bajo del delta del Po. Aquí nos cruzamos con un grupo de amigos muy especiales, amantes de los barcos de época y del remo fluvial, que pacientemente nos dan lecciones de su antiguo arte. Moral, se hace tarde y aceleramos hacia Crespino, en la orilla del Véneto, en la vertical de Rovigo.

Aquí está, el pájaro carpintero rojo (Dendrocopos major), símbolo de la reserva natural gestionada por la LIPU, la Liga Italiana para la Protección de las Aves.

Un lugar bonito, rico en historia, pero la parada tiene una motivación más prosaica: cenar en "Da Aligi, el pescador", una trattoria histórica, especializada en bisata, el nombre dialectal de la anguila; una por cabeza, no es broma, de la parrilla al plato, la piel literalmente carbonizada, pero del desconcierto se pasa enseguida al deleite, carne cocinada a la perfección y ligeramente ahumada, todo sea dicho. La anguila pide un tinto especial, el Fortana del Bosco Eliceo, un fragante y chispeante vin de sable de la costa de Ferrara, y por una noche nos sentimos verdaderos entendidos. Cerramos con un café corregido y el ritual resentin, el enjuague de la copa con una última lágrima de grappa como es costumbre en la región veneciana. Luego subimos y bajamos el terraplén librando nuestra batalla con el beligerante nativo de los Sargazos.